“El pastor de Nigüelas”
Cuenta la leyenda, que en un
pueblo perdido de Sierra Nevada rodeado de montañas ,enclavado en un frondoso
valle ,donde la madre naturaleza
brillaba con todo su esplendor, vivía el protagonista de este cuento .Guillermo
era su nombre y de profesión , pastor .
Cuando
cumplió doce años los padres le pusieron a trabajar; sin duda fue
una lástima, porque el muchacho era aplicado y se le daba bien estudiar.
Eran
tiempos muy duros, los jóvenes marcharon a la guerra y el resto del país
sobrevivían pasando muchas privaciones
.Los campos estaban yermos y la hambruna asolaba a toda la región.
Al
alba provisto de su zurrón y de su inseparable amigo “Pulga” (el mejor perro
ovejero del pueblo), compartía la jornada de trabajo que duraba de sol a sol y
los trescientos sesenta y cinco días del año.
Al
principio le daba miedo estar solo, los
lobos bajaban al valle con demasiada asiduidad y sobre todo, le abrumaba
la responsabilidad de manejar el enorme rebaño.
En
primavera cuando las flores aparecían vestidas de sus mejores galas, era inenarrable contemplar aquel extenso valle
cuajado de jara, impregnándolo todo con su peculiar olor .Los lirios con sus
grandes flores blancas, azucenas, margaritas, el espliego, el tomillo…las
enredaderas cubiertas de campanillas…las amapolas rojas…moradas.
No
había espectáculo alguno que pudiera
igualarse al que cada día
disfrutaba el buen pastor, que amaba a su valle con fuerte pasión.
En
la sobremesa, cuando descansaba al abrigo de las rocas, pasaba el tiempo
arrancando a su flauta sonidos muy
dulces .Guille nada sabía de solfeo, ni de notas musicales, su inspiración nacía de los peculiares sonidos
de la naturaleza.
Estudiaba
el cántico del jilguero, el ruiseñor,
las alondras, los canarios… de cualquier
ave canora que viviera por el lugar .El ulular del viento, los balidos de sus ovejas, todo era captado y
transformado en insólitas melodías.
Guille
estaba dotado de una increíble sensibilidad y ante todo, tenía un don: ”
sabia escuchar”.Conseguía como nadie
calmar a su rebaño y sosegar al inquieto Pulga que no paraba quieto, ni un segundo.
A
menudo le visitaban los pajarillos y se quedaban embelesados escuchándole.
Cuentan los lugareños que a veces las aves bajaban de las montañas y
organizaban juntos maravillosos conciertos.
Todo
el pueblo adoraba a Guille (bueno, todos no). Antón, el hijo de su jefe, que
vivía rodeado de lujos, allá en
su casona azul, incomprensiblemente odiaba con todos sus fuerzas al
pastorcillo.
El
papá pretendía que su hijo se convirtiera en un virtuoso del violín. Contrató a
los mejores profesores y todos le duraban un asalto, pues huían del “niño” como de la peste, que amenazaba con romperles los tímpanos y lo
que es peor los nervios, (ni siquiera el
hambre justificaba aguantar tamaño suplicio).
Guille,
por su parte, cada día tenía más admiradores, y su flauta día a día conseguía
que las gentes le escucharan embelesados enamorados de los increíbles sonidos
que lograba, con su sencillo
instrumento fabricado por él mismo.
A Antón los éxitos de su odiado enemigo le
ponían “malísimo”y solo vivía planeando la manera de hacerle daño.
Cierto
día que el malvado chico estaba al acecho, se
presentó la ocasión. Pasó por el aprisco donde descansaba Guille y
comprobando que se había quedado dormido, le sustrajo seis ovejas.
Con
todo sigilo abandonó el lugar y condujo a los animales muy lejos.”Por fin,
tenia en sus manos al maldito pastor”... Seguro que su padre, le echaría a la
calle.
Al
atardecer Guille reunió a sus ovejas y sin percatarse del robo se dirigió al
establo.
Cuando
hizo el recuento ,(operación que realizaba todos los días), casi le dio un
soponcio, al comprobar que le faltaban
seis.
¡Dios
mío! ¿Qué le diría a su jefe? ¿Cómo justificar lo injustificable? .Perdería el
empleo, y ¡con qué cara se presentaría a sus padres .!
Angustiado,
corrió hasta la inconfundible casa azul y temblando de miedo se presentó ante
su jefe.
Tartamudeando intentó
buscar explicaciones,(donde sin duda no había) .El jefe montó en cólera
,gritaba y gritaba y sin atender a razones le llamaba inútil.
Arréglatelas
como puedas, sentenció.- Esta noche mis ovejas dormirán en su establo o de lo
contrario por aquí no vuelvas más .No puedo fiarme de los buenos propósitos de
un zagal que me pierde la mitad del rebaño por el camino.
.-Señor,
le prometo que las encontraré, gimoteaba Guille al borde de un ataque de
nervios.
.-Óyelo
bien, mequetrefe, ni yo ni nadie te dará trabajo en este pueblo... Así que ya estás perdiendo el tiempo
miserablemente, encuentra a esas ovejas o trabajarás gratis durante mucho tiempo para pagármelas.
.-Señor…
.-Corre
¡estúpido!, el tiempo apremia.
Antón
junior contemplaba la escena escondido. (Se le caía la baba de lo orgulloso que
se sentía, por el éxito que había
tenido su maquiavélico plan).
Apenas
si habían transcurrido dos horas, cuando los integrantes de la casa azul salieron a la calle, al
escuchar el griterío de los vecinos.
Este
modesto narrador, asegura que la escena a cualquiera le habría dejado atónito.
En
primer lugar venía Guille con su flauta mágica, tocando una alegre marcha .A continuación caminaban
seis ovejas en perfecta formación, danzando
al compás de la música y en último lugar, cerrando filas, caminaba a dos
patas Pulga ,marcando el paso
marcialmente ,con un gesto triunfal (por aquello, de quien ríe el
último… ).
Cuenta
la leyenda que el pastor, no sólo conservó su empleo, sino que el Sr. Antón le
costeó los mejores profesores y Guille se convirtió en un legendario músico que
dio fama y prestigio al pueblo.
Claro
está, nada comparable a la fama que consiguió gracias a sus ovejas perdidas,
danzando al compás de la flauta más mágica del mundo mundial.
Y
¡colorín colorado...!
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