martes, 20 de octubre de 2015




LA VENGANZA DE LAS GALLETAS







Carmen y Tomás eran dos hermanos muy distintos, Carmen tenía 8 años, era una niña rubia con unos hermosos ojos azules, tenía un carácter dulce y cariñoso, Tomás era un muchacho de 12 años moreno, ojos negros y corpulento, era desobediente y mandón.



A Carmen le gustaban mucho unas galletas de avena que hacía su mamá, todas las mañanas se llevaba al colegio unas cuantas para tomárselas en el recreo, cuando se las iba a comer venía Tomás con sus amigos y se las quitaban para luego tirarlas y pisotearlas, lo hacían solamente por hacerla rabiar.



Carmen se desesperaba ¿Pero Tomás porque me las quitas?



Porque eres muy tonta, respondía Tomás entre carcajadas.



Carmen no sabía qué hacer, cada día se las guardaba en un sitio diferente, pero no había manera, Tomás siempre las encontraba.



Un día estaba Carmen ayudando a su mamá a hacer las galletas, mientras las guardaba en la galletera, hablaba con ellas: Pobres galletitas, tan ricas y tostadas, acabaréis pisoteadas por mi hermano Tomás y sus amigos que son muy malos, mientras decía esto se le caían unas lágrimas que fueron a dar en las galletas.



Al llegar las lágrimas a las galletas ¡oh sorpresa! empezaron a hablar: No te preocupes Carmen, que tu hermano y sus amigos tendrán su castigo.



Al día siguiente se preparó Carmen su paquetito de galletas, mientras pensaba ¿Qué podrán hacer estas pobres galletas, para castigar a mi hermano y sus amigos?



Llegó la hora del recreo, salió Carmen con sus galletas  y se sentó dispuesta a comérselas, aparecieron Tomás y sus amigos, la quitaron las galletas y de repente las galletas empezaron a ponerse pegajosas e hincharse, les subían por las manos, los brazos, ellos no sabían que hacer para quitárselas de encima, era imposible, cuanto más lo intentaban, más crecían las galletas, gritaban, pataleaban, todos los niños se reían de ellos.



Carmen como era tan buena, empezó a ayudar a su hermano a quitarse las galletas de encima, pero era imposible. Tú tienes la culpa de todo Tomás, por ser tan malo, le decía Carmen.



Perdona Carmen no volveremos a hacerlo más, sólo era para divertirnos, no pensábamos que haríamos tanto daño.



Al oír esto las galletas, volvieron a tomar su forma natural y dijeron: ¿has aprendido la lección? nosotras estamos para que nos comáis y disfrutéis, pero no para tirarnos y pisarnos.



Desde ese día Carmen y Tomás, todos los días se sentaban en el recreo a disfrutar de las galletas y se volvió un niño muy bueno que cuidaba de su hermana.






MARIA ESPERANZA ESTEBAN MOYANO  Septiembre 2015

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